martes, 1 de enero de 2008

Navidad.

Hola a todos:

En estas fechas especiales de polvorones, cava y regalos, en las que tendemos a desear buenos deseos a los que nos rodean, hacer excesos que no haríamos en otras épocas del año y demás excentricidades cabidas en la imaginación, me gustaría compartir con vosotros una reflexión llevada a cabo con el propósito de, si no concienciar, buscar el modo de encontrar un poco de armonía en esta sociedad abocada a repetir errores del pasado y generar nuevos con los que contentarse.

Regalos, gastos de dinero que sobrepasan los de otros meses del año juntos... y sin llegar al verdadero significado de la navidad: ese momento para estar junto a los nuestros, demostrar cariño. Porque un beso, una caricia o un abrazo debería ser mayor regalo que el artículo más caro inimaginable. No ser más que meras ovejas llevadas al redil de Media Markt, El Corte Inglés, u otras grandes empresas comerciales, especialistas en aprovechamiento festivo, programando subliminalmente a las personas (sí, podéis leer muchos estudios sobre la publicidad subliminal en la Red de Redes), ¿en que nos convierte? Dejemos de balar.

Esta banalización de los sentimientos, que convierten hechos como el nacimiento de uno de los mayores pensadores de la historia (no quiero meterme en religión) en la fiesta de la comercialización promulgada por un gordito de rojo aún con las etiquetas en la ropa, que ni siquiera conocen su origen las nuevas generaciones (buscar: San Nicolás), nos hace perder las verdaderas razones de las celebraciones. Un apunte: no quiero menospreciar la celebración de la tradición de Papá Noel, sino de su uso a mi parecer fraudulento.

Ahora es cuando he de golpear en vuestro cargo de conciencia, porque hay que pensar en los que no recibirán en estas navidades ni regalos ni cariño. En este mundo tan mal repartido, debemos darnos cuenta de esas personas que no disponen de un techo, los que han sido repudiados por no seguir las normas no escritas establecidas (no hablo de delincuencia), los que tienen sus seres queridos lejos o incomunicados, etc. ¿Qué nos cuesta dar nuestro afecto o el regalo que querríamos para nosotros para que ellos pudieran también disfrutar de estas fechas? La respuesta reside en nuestro propio egocentrismo, que nos hace pensar más en lo que vamos a recibir que en lo que somos capaces de dar.

Quizás ya se aun poco tarde para que estas palabras cambien el modo de parecer de nadie, pero es mucho mejor que vayan fermentando en el alma de la gente para un próximo año.

Que los brazos no estén abiertos para recibir regalos, sino para dar abrazos. Que todos puedan celebrar las festividades. Que podamos pedir pocos deseos, porque no necesitemos más para ser felices.

Que podamos mirar todos a la luna con una sonrisa de oreja a oreja.

Felices fiestas, por un 2008 más...

1 comentario:

Unknown dijo...

Bueno me estreno comentando en tu blog chemita. Decir que estoy totalmente de acuerdo con lo que dices pero a pesar de ser consciente de ello siempre acabo sucumbiendo a las compras y compras para mi familia y novia, en fin... no es facil intentar cambiar cuando todos los que te rodean no lo van a hacer.